La apertura del año legislativo es un acto institucional en el que debe hablar el presidente de la Nación. Debe hacerlo para rendir cuentas de lo realizado y presentar una propuesta sobre los proyectos en los que solicitará la intervención del Poder Legislativo para el año que comienza.
En su último discurso, lejos estuvo el presidente de cumplir con cualquiera de estos dos objetivos. No solo fue mendaz en una gran parte de sus afirmaciones, sino que les faltó el respeto a las instituciones de la República. En presencia de dos de los miembros de la Corte Suprema de Justicia -que es la cabeza de otro de los poderes que sostienen la estructura de la República- no vaciló en mentir y agraviarlos, con profunda cobardía, ya que ambos magistrados (que sí estuvieron a la altura de la ocasión) debieron permanecer en silencio sin poder contestar sus falsedades. Para colmo, armada la escenografía, se pretendió “escracharlos” mostrando sus rostros en cada agresión que el presidente les dirigía.
Es inadmisible que quien ocupa la máxima investidura de la Nación desvirtúe de este modo un acto de la trascendencia que reviste la apertura de sesiones ordinarias del Congreso. Debemos advertirle que lea la Constitución Nacional, donde están claramente establecidas las obligaciones que ha de cumplir, entre ellas: no intervenir, no opinar, no intentar influir en causas en trámite -como, una vez más, lo hizo en ese discurso- y, mucho menos, agredir a uno de los poderes del Estado.
Por todo ello, Profesores Republicanos expresa su enérgica condena a la agresión que representa el discurso del presidente de la Nación, plagado de afirmaciones falaces y ofensas destinadas a desestabilizar las instituciones republicanas, con el propósito de lograr la hegemonía del Poder Ejecutivo en detrimento de los demás poderes de la Nación.